Las elecciones no se ganan con votos en el cielo. Tampoco se trata de ir a buscarlos al infierno. Al menos no todos. Pero en este purgatorio gigantesco en el que nos movemos como resultado de nuestras imperfecciones, defectos, pecados, en fin, de todo lo malo que tiene el humano, se elevan de repente unas almas portentosas, aladas, sutiles, llenas de virtudes, tantas que no dejan espacio para máculas de ninguna especie. Esos espíritus celestes suben y bajan de nube con las encuestas. Olvidan la realidad de la política que se va a plasmar en las elecciones de trece de marzo próximo, cuando lo que opere sea la maquinaria, sí, esas organizaciones políticas contundentes con las que se elige el congreso, que van a influir con el voto dirigido por ellas en las consultas de ese mismo día para la presidencia.
Los aspirantes al Congreso de la república, aquellos que deben moverse entre el lodazal de cada barrio y cada vereda, tratando con seres de carne y hueso muchos de los cuales no saben con claridad para qué se elige un miembro del parlamento, van en carreras bautizando muchachos, repartiendo abrazos sin distingos, tanto como empanadas y refrigerios en cada reunión, en fin, rebuscando argumentos que los convenzan, hasta cuando se dan cuenta que muchos de esos argumentos están en los bolsillos. La verdad, muy pocos congresistas en Colombia se eligen por un significativo número de “votantes de opinión”, por la sencilla razón de que la pobreza le impide a la gente formarse opiniones independientes, y porque se produce una gran concentración de los electores sin matrícula partidista o caudillista.
Por eso, la lógica que decretan las encuestas está muy distante de lo que sucederá en marzo, cuando se definan aspirantes de entre coaligados. Miremos la del Equipo por Colombia. Por un lado, están los que tienen un partido de respaldo como David Barguil, el conservador, con buena aspiración de que todos los congresistas godos, que han sido sus colegas, convenzan al mismo tiempo a los electores de votar por ellos y darle apoyo a sus aspiraciones en la consulta. Si repite la votación de Marta Lucía Ramírez de 2018 -un millón cuatrocientos mil- puede estar en los dos primeros lugares en esa coalición. Alex Char, cero visible en debates, ha demostrado ser un gran elector aun cuando no hable, porque maneja los hilos en el caribe y su organización empresarial le busca apoyos en todo el país. Los sonidos del silencio, esa bella canción de Simon y Garfunkel que tanto disfrutamos los de mi generación, podría ser el jingle más apropiado para el barranquillero. La aspiración de Fico Gutiérrez, de buena acogida en las encuestas, está sujeta a que los electores del Centro Democrático opten por impulsarlo el trece de marzo, ya que a punta de voto de opinión no se ganan consultas. Y Peñalosa quedará encerrado en darle su apoyo al ganador, puesto que el aval del partido de la U sólo sirvió como una elegante excusa para el retiro de la aspiración de su presidenta, Dilian Francisca Toro.
La debacle espectacular está por el lado de la coalición llamada de la esperanza. Seis candidatos, todos enemigos de los votos dirigidos, han dispersado tanto su esperanza, esa sí, por votos de opinión, que lo que han logrado es confundir cada vez más a los electores independientes, al extremo que no saben a quien favorecer con su decisión personal. Nadie descuella, nadie convence, han sometido al auditorio a presenciar unas descalificaciones internas, un prurito por pretender ser de la mayor pureza espiritual, como si, repito, la elección se hiciera en el cielo. Igual allí todos perderían. El mejor estructurado, Alejandro Gaviria, se dejó convencer de Fajardo de sacar el borrador para descartar apoyos, en vez de sacar el lápiz para sumarlos. Galán, segunda generación, está haciendo una carrera de preparación para el futuro, mejor que la de sus desgastados compañeros, ya descartados, como Robledo y el símbolo del oportunismo, Ingrid. Así que cualquiera que gane esa consulta lo hará con una muy baja votación que le restará competitividad para Mayo. ¡Ah! Les recuerdo que un señor, Juan Fernando Cristo, aspira a la presidencia por esa coalición.
El campeón de las estrategias políticas sin duda es Gustavo Petro. Armó una consulta en la cual es indiscutible ganador, para ir calentando a sus electores y entusiasmarlos a acudir en su favor a las urnas. Esto le sirvió para salir a plaza pública desde temprano y hacerse oír de sus seguidores que lo vitorean y de sus opositores que se concentraron en contradecirlo. Nadie se mostró en el escenario sino para decir que Petro engaña al pueblo. Aun cuando tengan la razón, lo políticamente correcto es estar en la boca de la gente, para aumentar el nivel de recordación. Lucha contra sus impulsos sanguíneos, que lo sacan de un discurso conciliador a uno insultante, en la misma frase. No puede contener sus odios de clase, de armas, y vocifera contra todos los que ejercieron el poder, tratando de que olviden que él también lo hizo.
Hoy por hoy, faltando datos de otros municipios, como se dice en el argot electoral, la segunda vuelta será entre Petro y Barguil o Char. Así empieza febrero; veamos cómo termina.